viernes, 7 de septiembre de 2012

Martín Bossi y "El Impostor Apasionado"


Desde principios de agosto Martín Bossi tiene en cartel El Impostor Apasionado. La obra montada en el Teatro Astral cuenta con tres pantallas, seis bailarines, ocho músicos, dos coristas, la actuación especial de Manuel Wirzt y no tiene desperdicio.
Imagen extraída de la web oficial de la obra impostorapasionado.com.ar

La gran puesta en escena que se encargó de crear queda completamente atrás, cuando el Martín Bossi aparece en escena el resto,  quierase o no, queda opacado. Presenta más de una decena de personajes, unos con más maquillaje que otros -en su mayoría son cantantes, pero no exclusivamente-. Realiza cambios y transformaciones en escena y tiene una buena y justa interacción con el público. Con todo esto Martín hace que los espectadores se suban al tren de sus fantasías durante aproximadamente una hora y media.


Mostrando personajes desde sus costados más irónicos, el humor está garantizado. La obra tiene un hilo conductor que hace que uno no esté simplemente frente a meros sketchs sueltos que mañana podrían estar en un programa de televisión, y el final, como mínimo, sorprende.

El actor, el cantante, él -llamarlo simplemente imitador sería desmerecer su trabajo groseramente-,
se encarga de que la experiencia sea irrepetible. Para ello explota todas las ventajas que le permite el teatro y lo demuestra en su punto más alto cuando un Charly García “casi lisérgico” -así definido por algún espectador- aparece en escena.

La interacción entre sus personajes y la utilización de las herramientas que propone le dan a la obra un atractivo diferencial. Los bailarines acompañan apareciendo cuando tienen que estar y la actuación de Manuel Wirzt es tan buena como su trabajo en la dirección, producción artística y puesta en escena. Más de uno debe salir preguntando con justa razón dónde hay más de Manuel Wirtz.

No hay dudas al ver la obra, de los años de experiencia que tiene Bossi manejando público desde sus caricaturizados personajes. El espectáculo es la subida más alta de una montaña rusa y los espectadores están todos en el primer carrito. El vértigo del final muestra que si hay algo criticable es que eso de “El impostor apasionado” no es del todo real. Sobre el escenario no hay ningún impostor, hay un artista y está dispuesto a entregarse al cien por ciento en cada función.


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